Damos la bienvenida a Anabella que participará del XI Festival de Poesía en la Escuela en el Colegio La Concepción del Delta de Tigre
Coordina: Sabrina De Luca
I.-
Mi abuela me enseñó a hablarle al mar, mi mamá al cielo y yo estoy explorando eso de hablarle a las plantas de esta selva, mi cuarto propio. Cada una a su manera, las mujeres de mi familia dialogamos con la naturaleza. El horizonte redondo, el azul infinito, las formas de las flores, le hablamos a lo que es mucho más grande que nosotras para darle una vuelta a lo que nos pasa. Escuchamos mudas lo que nos rodea con la seguridad de que no estamos solas: oímos el viento, el ruido blanco de las olas, esa voz que es más antigua que las piedras y se esconde detrás de todas las cosas.
II.-
Cuando mi abuela me habló por primera vez, dijo un rezo: al mar hay que hablarle mirando fijo a su horizonte. Primero agradecer, después pedir y que el pedir sea siempre una pregunta, porque las respuestas no interesan. El horizonte escucha y algo trae. Lo sublime, según ella, es que jamás hay dos iguales, la línea varía dependiendo de la ubicación del ojo. Así, cada línea pertenece solo a quien la mira. Pero acá yo miro y miro, y no encuentro. ¿Dónde está el horizonte en esta selva? ¿En la raíz de ese yuyo? ¿En la hoja explotada de la suculenta? El horizonte en la selva está roto, desparramado en el fondo verdoso del arroyo, escondido detrás de los leños. Está roto en millones de partículas, desparramado en todas las cosas. Y si toco la línea con los pies, la rasco con mis uñas, ¿qué hay debajo? ¿Qué viene después del horizonte? ¿Existe tal rectitud? ¿No era que el mundo era redondo? ¿Por qué no nos preparan para la redondez? El horizonte no es donde se acaba, sino donde se engendra. Un círculo infinito que excede la vista. Círculo de miel, de pan, de sal. El horizonte es redondo como la soledad. ¿Quién podría pensar que soledad tiene forma de triángulo o cuadrado? La soledad es lo de adentro, ese centro mullido, fértil, carnoso, donde crece otro interior. Es el espacio que una se arma adentro para que crezcan sus plantas. Hasta que la cabeza es un parque florido, abundante. ¿Por qué te escribo todo esto, selva, y no te miro y ya? ¿Qué es la devoción? ¿Y el misterio? Tiro una piedra y en la superficie del agua se forman unos aros concéntricos. Un pájaro sale de la enredadera. Tiene plumas grises, uniformes, y me mira, después picotea el polen de una flor.
Ruido crujiente sobre pastizal seco; el calor también quemó el pasto.
Bio:
Anabella Cerrato • Abogada (UBA) • Mágister en Escritura Creativa (UNTREF) • Coordinadora de “Ciclo El Toro - Literatura de frente”. Publicó crónicas para Revista Anfibia (Argentina) y ViceVersa-Mag (EEUU) y diversos poemas y cuentos en antologías. Participó en la Feria de Foto Libros de Autor (FELIFA, Buenos Aires, 2014) con Viajera, y en la Feria de Fotografía de Libros de Autor (Bariloche, 2015) con Proyecto Postales. Una noche de invierno vio a Saturno a través de un telescopio, sus anillos perfectos, resplancedientes. Otro verano buceó en el océano, conoció lo profundo del mar, corales exóticos y peces tornasol. Y aquella otra vez se le apareció en el cielo un lucero verde que de tan verde cayó al mar. De a poco va entendiendo que ya nada es común.