Este relato es una adaptación de una carta que les envié a Susana y a Florencia.
Ayer (18 de septiembre de 2019) participé, junto a Guillermina Weil, de la Biblioteca Genoveva, del Festival de poesía en la escuela. Me tocó dar un taller para adultos que están haciendo la primaria (Fines 1, en el Delta de San Fernando, en el Paraná Miní). Algunos apenas escriben, otros solo dibujan. En el grupo había dos mujeres con discapacidad (o capacidades diferentes, de verdad, porque si algo tienen estas dos mujeres es capacidad de expresión). Más mujeres, entre ellas también una madre y una hija. Y un hombre.
Llevé conmigo dos poemas de Florencia Lobo y dos de Susana Cabuchi. De Flor: Perros de invierno y Mirando el sauce. De Susana: La carta y Visita.
Me presenté. Gui les mostró mis libros y leyeron en voz alta.
Después de mucha charla acerca de la poesía (escrita, dibujada, cantada o musicalizada, mirada, escrita, pensada o solo sentida), les hablé de ellas, de dónde eran, qué hacían, y leí esos cuatro poemas que fueron muy bien recibidos, incluso leídos dos veces.
Y nos pusimos a trabajar. Cada una y uno (el único hombre) recibieron un sobre con uno de los poemas cortados en tiritas, y en cada tirita, un verso. Elegimos un verso, lo pegamos (Gui y yo también lo hicimos) en una tarjeta y, a partir de él, escribimos.
Las tarjetas fueron en silencio de mano en mano. Así leímos la primera vez. Después, cada uno leyó lo propio en voz alta.
Fue muy conmovedor. Hubo versos de perros felices (que habían muerto hacía poco), de viajeros y ganas de viajes, de cartas (con buenas noticias) y sauces, de miradas, de mesas. Cada uno trajo un pedacito de su vida y su mirada.
En presente: María (una tocaya) hace que escribe y después lee. No se le entiende lo que dice porque inventa palabras, pero entona poéticamente con el ritmo que solo puede tener un buen poema. Cada tanto aparece “pato”, cada tanto “agua” y ella sigue leyendo como la marea cuando sube y cuando baja.
Van una foto de María y otra de las manos de Ramón (mientras nos conocíamos y nos leía Papá y yo, a veces). Las fotos, las sacó Guillermina.